Desentierro del carnaval

Durante el mes de enero y febrero el carnaval es el gran protagonista en Tilcara.

En primer lugar hay que desenterrar al diablo del carnaval, un pequeño muñeco (pucllay) que imita a un diablo y que simboliza al sol, quien para los locales es el encargado de fecundar a la tierra (Pachamama). Aquí es donde la fe religiosa se fusiona con las creencias populares y lleva a que en el centro y en los alrededores del pueblo comiencen los esperados y excéntricos festejos.

El carnaval es eso. Descontrol, alegría, diversión y, por supuesto, fiesta que llega con el verano y con su época de lluvias. El agua abunda y vale mojarse, aunque sea de noche o haga fresco, es una forma de purificación.

En toda la provincia de Jujuy, pero sobre todo en los pueblos que se alzan protegidos por la Quebrada de Humahuaca, los festejos han adquirido connotaciones bolivianas. Una de ellas es la presencia del diablo que, según creencias populares, baja de los cerros y se mimetiza de manera tan perfecta con los pobladores que es difícil saber quién es quién. Y, por sobre todo, quién se encuentra o no endiablado.

Los trajes coloridos a los cuales se le aplican espejos de todas formas y tamaños permiten, junto a las máscaras y a sus típicos cuernos, ocultar a cada uno de los que participan en estos festejos.

Ya no importa quién es quién, ni quién se encuentra detrás de la máscara. Es como si el diablo se apoderara de los cuerpos y los uniera en endiablados bailes en los que cada uno de los participantes recupera su identidad sólo cuando abandona su vestimenta, para volver a inhibirse.

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